miércoles, 24 de diciembre de 2008

Análisis del mundo Audiovisual (II)

Cierto es que “el talento se compra y se vende”, el problema es el precio, pero también el resultado. En las citadas productoras “ni están todos los que son, ni son todos los que están”. Hay que reconocer su talento, ora interesante, ora infumable (desde el 1 de enero de 2006 más que nunca). La televisión es depredadora, devora sin apenas digerir, busca el éxito inmediato. Pese a firmar bloques de 13 capítulos, guarismo fatídico para algunos, de los que las productoras ruedan seis o siete, la matriz televisiva apenas llega a emitir dos o tres, por mor del interés general, que signa pulgar arriba o abajo el destino siguiente del producto ofertado.

Ahora bien ¿qué pasará cuando papá (productora) tenga que reconocer que su hijo (serie, concurso, programa de entrevistas) no es tan listo como él creía (bajo share) y tenga que aceptar el fracaso de su fruto (retirada de la parrilla)? ¿Volverán las oscuras golondrinas generalistas (TVE, Antena 3 y Tele 5) en sus estudios a grabar con sus técnicos producción propia? ¿A quién acudirán las grandes productoras, al consejo de otros padres (productoras más pequeñas) que lleguen a cuestionar sus principios elementales de paternidad (producción)? ¿Fundarán éstas “La Octava”?

Reflexionemos sobre la televisión que tenemos, pero más aún sobre la que queremos. Tal vez los mejores productos no sean los que más audiencia tienen; pero seguro que éstos pueden mejorar su calidad. Es cierto que la televisión media se dirige a un público potencial de clase media, media-baja. También lo es que su nivel educativo, cultural, profesional, no es lo suficientemente elevado como para asimilar programas de cierto nivel cultural, la mayoría relegados a la madrugada, espacio marginal. La televisión está concebida para entretener: ora información, ora diversión. Si concebimos que la audiencia o masa sea borrega, la trataremos como tal; ahora, si le dosificamos una programación de calidad, asumiendo la misión de entretener y educar, venceremos al fantasma del caos que poco a poco va engullendo la superoferta televisiva.

Resulta curioso que, mientras los países se descomponen internamente, buscan alianzas externamente, en una contradicción centrífuga-centrípeta. Las empresas televisivas no son diferentes. El exceso de oferta dicen que irá en beneficio de la democracia, de la libertad, pero “uno no es más libre por estar en una isla desierta” sin nadie que le condicione ni determine. Uno es libre si puede expresarse en su entorno libremente y escuchar igualmente todo tipo de tendencias, pero si dispersamos la oferta perderán el poder de concentración de ciertos programas. Recuerde que “no siempre uno más uno son dos”. Si ya son dudosos los mecanismos de control de la difusión, aunque aceptados por su exclusividad, ya me dirán cómo sabrán los que ven la televisión el día digital de mañana.

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