jueves, 22 de enero de 2009

Obama ante el reto de recuparar la ilusión del mundo

Fue el dramaturgo suizo Friedrich Dürrenmatt quién dijo aquello de "¡qué tiempos estos en los que hay que luchar hasta por lo evidente!". Han sido necesarios 8 años para que los ciudadanos norteamericanos hicieran un favor primero así mismos y luego al mundo al expulsar de la Casa Blanca al peor presidente de los EEUU desde su independencia en 1776. Y ahora todos esperamos que su sucesor sea el salvador de la esperanza universal.

¡Pobre Barack Hussein! Son tantas las expectativas depositadas en él que a poco que lo haga sólo medio bien, ya va a defraudar. Habrá quien piense que es un mago que va a sacar una varita mágica cual Harry Potter y va a obrar el milagro de recuperar la partida sin tener que sacrificar más piezas del tablero. Pero para empezar de nuevo, hay que ganarle al destino está ultima.

El amigo de "Ansar" salió ante la mirada atónita de más de 2 millones de compatriotas, muchos de los cuales afirmaron que esperaron hasta el final de la ceremonia para comprobar que "de verdad" se iba al rancho del que nunca debió salir". Dicen que "los grandes hombres son los que toman las grandes decisiones", pero no se dice qué clase de espécimenes son los que toman decisiones erróneas, injustas, crueles, sanguinarias y desproporcionadas.

Al bueno de Obama le queda liquidar esta partida "rápida y sucia", que ha dejado George W. como quien aplaza un trabajo por ineficiencia o incapacidad. Por eso al bueno del presidente 44º de los EEUU hay que dejar de mirarle ya como el primer presidente negro que habita la Casa Blanca y olvidar la anécdota y centrarnos en la categoría, que no es otra que recuperar el pulso de una nación a la deriva en lo político, social, económico y moral.

Son muchos los frentes pero al menos nos queda la confianza de que sus primeras palabras son de esperanza, un canto a la ilusión, un halo de emoción, pero el tiempo y el fontanero Joe le juzgarán por sus obras y no por el color de su piel. Sí, es cierto que es una victoria para una gran mayoría reprimida durante más de dos centurias y ninguneada en política, pero es el tiempo de superar el pasado y reconciliar para el futuro. No es fácil olvidar, pero nos esforzaremos para avanzar.

Los norteamericanos son muy ceremoniosos y apelan a los padres fundadores, a Lincoln, Jefferson, Madison, Adams...lo cual no es reprobable, pero prefiero quedarme con su invoación por "cambiar con el mundo", por adaptarse a las nuevas realidades, a las necesidades reales de los ciudadanos, por actuar con audacia y rápidez. Puede que suene a populismo, pero tampoco se puede esperar mucho de un país que sigue renegando de la vertiente ideológica de izquierdas, de ahí su movimiento pendular de la derecha demócrata a la extrema derecha republicana.

En definitiva es una labor de todos, no sólo de EEUU, sino de América del Norte, la vieja Europa, la incipiente Asia, la olvidada África, la lejana Australia y la perdida América Latina. No podemos pedirle a Brown, ni a Merkel, ni a Sarkozy, ni a Zapatero que arreglen el orden mundial, porque vivimos una sinergia global que interrelaciona cada imput y cada chip que nos rodea.

Es cierto, hacía falta un gesto que parase la caída a los infiernos, pero todos debemos poner nuestro granito de arena, porque sino al 45º, que por el bien de la humanidad nunca sea la patética Sra. Palin, sólo le quedará, como dicen en la compañía, "un legado de cenizas".

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