miércoles, 7 de septiembre de 2011

La crisis "Tsunami"


Hace poco he visto un reportaje emitido por National Geographic TV sobre el devastador terremoto (magnitud de 9 en la escala Richter) y posterior maremoto que asoló la costa oeste japonesa el viernes 11 de marzo de 2011.

El tsunami mostró especial virulencia en las Prefecturas de Miyagi, Iwate y Fukushima, que recibieron olas de hasta 10 metros que arrasaron cuanto encontraron a su paso. Ciudades como Minami Sanriku quedaron desiertas de vecinos y casas....

Miles de muertos y desaparecidos, pero más aún, de desalojados y desprovistos de toda propiedad. Y todo contado por decenas de cámaras, bien de reporteros profesionales, bien amateurs, provistos de un simple móvil, pero al final y al cabo, narrado al dedillo!

Todo contado con precisión de detalles y declaraciones, pero inevitable, pese a todos los mecanismos habidos y por haber. Solo la previsión y evacuación inmediata salvaron la vida de la mayoría que, de lo contrario, habría perecido sepultada por el torrente.

Ni siquiera las predicciones sismológicas pueden determinar los efectos devastadores de un movimiento telúrico como el producido, por lo que difícilmente pueden ponerse medios concretos, más allá de los arquitectónicos o de ingeniería que condicionan la vida de los ciudadanos: Todo fue superado por la magnitud del terremoto.

Este largo preámbulo justifica la comparación con la crisis económica mundial vigente. Muchas opiniones, muchos análisis, muchas propuestas, muchas sugerencias, muchos premios Nobel, pero la dimensión de esta debacle financiera tiene visos de ser superlativa.

Ya ha asolado la economía norteamericana, y está atacando parcialmente la europea, habiendo actuando con especial virulencia en Grecia, Portugal e Irlanda, que ya han tenido que ser rescatadas por Bruselas como matriz, y Alemania como hermano mayor. Pero como a la gran ola de los mercados le parece poco, ahora va a por Italia y España.

Mi humilde aportación no será tan rica, ni tan expansiva, como la del Pr. Leopoldo Badía y su “Crisis Ninja”, pero creo que estamos en condiciones de rebautizarla, ya a estas alturas, como “la crisis Tsunamiporque sus efectos están resultando inconmensurables y, a tenor de la falta de acierto de los exégetas de las finanzas, parece que imprevisibles sus resultados finales.

Habrá quien haya salvado los muebles, quien solo necesite una pequeña ayuda, quien haya arriesgado a tiempo, quien haya sido previsor, ojalá que muchos; pero también habrá víctimas que ya no podrán aguantar más, porque llevan años nadando contracorriente en la ruina y en las listas del paro y, salvo un milagro y grandes dosis de autocontrol y paciencia, nada les salvará.

Con todo, uno sigue teniendo la sensación de que se podría hacer mucho más: quizá no evitarlos, pues ambos parecen proceder de causas superiores a nuestro entendimiento, pero sí incrementar las medidas y evitar comportamientos especulativos con la vida.

Si cuando se pudo no se escuchó a los augures que avisaban de temporal en lontananza y se les tildó de agoreros, si las tendencias no fueron avistadas por unos gobernantes henchidos de gozo por un crecimiento casi exponencial, si se consintió a bancos prestar y a clientes pedir a fondo perdido como se consintieron en tiempos pruebas nucleares en Mururoa, ¡qué podíamos esperar!

Esta lección nos la regala la madre naturaleza a través del paralelismo entre estas dos fuerzas sobrenaturales de distinto origen y, según sus dimensiones, de desproporcionadas consecuencias. El otro elemento común son las víctimas: ¡Usted, usted y yo! En ambos casos, estamos solos frente al mal. Nuestra supervivencia dependerá de la pericia y la prudencia que mostremos en adelante.



Juan Manuel Vidal
Sociólogo y periodista


2 comentarios:

Carmenchu dijo...

Perfecta similitud, Juanma. Pero no sé por qué me da que Japón se va a recuperar antes de su particular 11-M, que Europa de su "particular Tsunami".

Anónimo dijo...

Mientras nuestros europrivilegiados europarlantes no tengan valor para enfrentarse a los mercaderes especuladores y a sus agencias, creadas ad hoc para sembrar el caos y rentabilizar la especulación salvaje, no hay nada que hacer.