martes, 11 de octubre de 2011

QUO VADIS, EUROPA?



El sueño de una nación se fundamenta en un idioma, en una cultura, en una identidad, en una idiosincrasia, en un territorio común; amén de una organización política y económica que aune los esfuerzos de sus ciudadanos en una sola dirección: el progreso de sus miembros.

Pero ¿cuál es el sueño de un colectivo de naciones que pretenden navegar bajo un mismo estandarte, si no comparten ninguno de los valores antes citados y sí muchos enemigos externos dispuestos a bombardear su línea de flotación y alguno interno que no está seguro del destino final?

Para concentrarse en un solo poder fáctico, Europa debería sacrificar los intereses particulares primando los colectivos, pero son demasidos siglos de luchas intestinas como para reunir a los llamados a la mesa de la concordia a un objetivo común.

Los vanos intentos de adicionar voluntades tras la II Guerra Mundial muestran ahora, en plena catarsis crítica, la ausencia de fundamento, de solidos principios y de firmes voluntades por renunciar a lo propio en favor de lo colectivo.

Si de hecho ya había constantes movimientos centrífugos dentro de cada país que reclamaban sus derechos históricos de autonomía y/o independencia, parece difícil, por no decir imposible, que haya una tendencia centrípeta capaz de sumar en vez de restar a la Unión.

Ejemplos como los de las Políticas agrarias comunes, de fronteras de seguridad internas, de parlamentos y tribunales supranacinales y más recientemente de una moneda común, parecían marcar la buena dirección, pero la crisis económica ha evidenciado una crisis del modelo completo.

Europa más parece un castillo de naipes que quiere aparentar la seguridad de una fortaleza inexpugnable y mientras ha durado la farsa, todo ha ido bien, pero los rivales han descubierto que íbamos de farol y están torpedeando nuestra identidad común sobreponderando la Germania.

Antaño, en las familias, para afianzar los lazos se decía aquello de “o somos o no somos”, y ya vinieran mal dadas o las vacas fueran flacas, el caso es que se tiraba del “colchón consanguíneo, pero insisto, esta crisis ha demostrado que en Europa, por ahora, seguimos “sin ser”.

Desde los inicios de la crisis, allá por mediados de la década pasada, en vez de haber más política común, “más Europa”, como decían algunos intelectuales, ha habido una huida hacia adelante donde cada Mº de Economía ha procurado tapar sus agujeros mirando de soslayo al resto.

Es cierto que siempre ha habido hormigas y cigarras, tontos y listos, honrados y avispados, ingenuos y pícaros, ciudadanos y banqueros, pero en todas partes, no solo en España. Mientras unos apostaban por ladrillos y fondos contaminados, otros acumulaban granito a granito.

Ahora a los segundos les toca tapar el agujero de los primeros, y ya están hartos, a nivel local, regional, nacional o supranacional, y es comprensible que algunos ya estén muy hartos de pagar “justos por pecadores”, mientras otros siguen metiendo la mano en la saca.

Da igual lo que digan los Durao Barroso, Van Rompuy, Solana, etc. Mientras los Goldman Sachs, Standar & Poors, Fitch, Trichet, Bernanke, Lagarde, socaven los cimientos de esta frágil Unión asentada solo en una moneda común, no hay futuro compartido sino libre albedrío.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Tienes razón, ademas ahoranquenhan bajadonla calificación de Madrid.